segunda-feira, 25 de julho de 2011

Doña Tina y el Diablillo

Doña Tina se despertó, pintando. Como casi nunca le había ocurrido en sus largos 79 años de vida, podía recordar cada detalle del sueño que acababa de tener. Era un sueño que se había convertido en algo tremendamente vivo, y que todavía parecía seguir muy presente, unos pocos minutos después de haber terminado.
La casi anciana señora no se animaba a contarle a sus hijas lo que le había ocurrido, y durante el desayuno de ese día, ocasión en que las tres se juntan para conversar, ni siquiera hizo la mínima referencia al sueño que había tenido. Tal vez ellas querrían obligarla a tomar algún remedio para librarse de lo que seguramente llamarían “síntomas extraños” y doña Tina en realidad no quería librarse en absoluto de ninguno de sus sueños.
Es que hacía un tiempo que casi todo lo que le pasaba a ella misma, o lo que les ocurría a los otros en sus sueños, luego se volvía realidad. Y, por más increíble que pueda parecer, ella quería que eso siguiera ocurriendo; quería continuar así con sus sueños, porque de algún modo con ellos, o a través de ellos, doña Tina tenía la sensación -que era bastante realista por otro lado- de poder saber por adelantado, y de antemano, o en primera mano, todo lo que iba a suceder.
Le fascinaba a doña Tina ver que todo lo que pasaba en sus sueños o en sus pesadillas, luego iba a desarrollarse del mismo y exacto modo en la realidad.
Y es que en su vida real se iban sucediendo de a poco, como en una película, repitiendo al vivo y en directo, y en carne y hueso, en los sucesos cotidianos, reales y concretos, en sentimientos y en hechos, las mismas imágenes, casi siempre muy confusas y a veces casi ininteligibles de sus aventuras nocturnas.
Había empezado a ocurrirle también, como ya lo dije antes, algo poco común: recordar casi de inmediato, minutos después de despertarse, y muy espontáneamente, cada uno de los detalles de sus sueños o pesadillas. No era siempre, o por lo menos no había sido siempre así; cuando había hecho algún esfuerzo especial por recordar todo un sueño (o una pesadilla), o por acordarse de algo en particular, sus esfuerzos habían sido inútiles.
En síntesis, cuanto menos se preocupaba doña Tina por acordarse de lo soñado, más rápido y más nítidamente le llegaban las imágenes; y al contrario, cuanto más se esforzaba por llamar los recuerdos de la noche anterior, peor era el resultado.
Y como doña Tina estaba muy lúcida y, por causa de su avanzada edad, le empezaban a faltar las diversiones, ya se había dado cuenta de este mecanismo extraño que describo, y había aprendido, incluso, a aprovecharlo y a disfrutarlo, como si disfrutara un placer más de los tantos que los años le habían ido quitando de a poco.
Pero en este sueño en particular, dona Tina había “sentido” minuciosamente por primera vez, o mejor dicho, había visto con todos los colores y detalles cromáticos imaginables, había olido el hedor y palpado la densidad de la maldad, del horror y el miedo pánico que el principal personaje de su sueño irradiaba. Había visto nítidamente un hombrecillo de no más de un metro y medio de altura, con un bigote espeso, una mirada penetrante, piel brillante, pero contradictoriamente y en general, con un aspecto que se diría agradable y atractivo, si no fuera por dos cuernitos agudos que le apuntaban en cada lado de la frente.
El hombrecito del sueño entraba y salía con sorprendente facilidad de una botella, un garrafón de unos cuarenta centímetros de altura y medio metro de diámetro, con una boca larga y estrecha. y recuerda Tina que, mientras el diablo se perdía en el botellón, una nube se movía dentro del mismo, como si el demonio se hubiera transformado en una mancha que pasaba del gris al verde y producía intensos reflejos dorados.
Y cada vez que el diablillo salía, pasaba al lado de doña Tina y la saludaba, o simplemente le amagaba con finura una leve inclinación de cabeza, y en una de tantas entradas y salidas, hasta le guiñó un ojo. Por fin, tal vez cansado de la rutina de entrar y salir del estrecho cuello de la botella, se sentó al lado de la señora que, a pesar del aspecto casi agradable del diablo, no pudo reprimir un estremecimiento rápido, probablemente producto del olor fuerte, mezcla de azufre y almizque, que emanaba del hombrecito.
¿Me creería Ud. si le cuento que hace hoy exactamente ciento sesenta y cuatro años, dos meses y cinco días que estaba encerrado en esa botella? – le espetó, a boca de jarro, el demonio.
¿No me diga? – le contestó con una elegancia fuera de circuntancia doña Tina, que en realidad pensaba rápidamente cómo seguir una conversación, tan insólita y sin propósito, nada menos que con el diablo.
– Un pecador, al que había venido a buscar en 1839, para llevarlo al fuego eterno, me hizo una propuesta – empezó su relato Satanás, tomando de pronto un aire distraído, mirando a lo lejos, como alguien que se acuerda de cosas pasadas... ¡y cuántas historias no tendría este demonio para recordar! Pasaron muchos minutos, o tal vez horas en esta situación: el diablo meditando, y doña Tina esperando con paciencia; nunca se puede saber cuál es el tiempo exacto de los sueños, pero a ella le pareció una eternidad.
– Finalmente el pecador, para salvarse me propuso algo insólito, un trato que, incluso para mí, que como Ud. ya debe haber oído, el diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo. El hombre al que había ido a buscar me proponía que me encerrara aquí dentro, y que él me vendería por el precio más alto que pudiera; yo, dentro de la botella, sería como el genio que otorga todos los deseos a su amo, al dueño de la botella; pero cuantos más deseos fueran concedidos, más seguro estaría el dueño de pagar en el infierno sus pecados, sin la menor posibilidad de salvación – siguió contándole el diablo.
– Como forma de agregarle un valor añadido al negocio que imaginaba el pecador -la operación de por sí ya carísima, de la compra de la botella- quien la adquiriera podría venderla nuevamente, pero siempre a un precio más bajo que el que él mismo pagó – agregó el diablillo.
¿Y con esta operación de venta el ex propietario de la botella conseguiría huir de su condena? – preguntó en su sueño doña Tina.
– Sí, siempre y cuando la vendiera más barato – le contestó el diablillo, que con un leve estremecimiento salió de su sopor y siguió contando:
– Pero algo bastante extraño ocurrió entonces: yo le acepté el trato, y el condenado que se había salvado gracias a su genial idea de multiplicar las condenas con el incentivo de la ambición de nuevos compradores de la botella, la vendió de primera mano al administrador de una hacienda en el interior de Traslasierras, en Córdoba – continuó el diablo.
Y doña Tina se acordó de un caso raro que le habían contado en su juventud, pasada a unas cuantas leguas de Capilla del Monte, al N.O. de Córdoba. Su padre, don Victoriano, le contó que allá vivía una familia de agricultores y ganaderos, que a cada generación perdía más y más sus propiedades y riquezas, y que se había ido sucediendo en la administración de varias haciendas en las estancias de la región. Lo insólito consistía en que había dos hechos que parecían estar vinculados: por un lado, la familia pasaba de una generación a la siguiente y, no importa con quién se casaran las mujeres y los hombres de la casa, si fueran estos criollos, gringos, turcos o medio indios, porque las caras, los gestos, las expresiones, y sobre todo, el color de los ojos, la piel y el pelo, iban repitiéndose, cada vez más idénticos entre ellos. Cada generación era gemela de la anterior, y sus hijos, sobrinos, nietos y bisnietos eran cada vez más la copia fiel, el mellizo, o trillizo o cuatrillizo, de sus antepasados.
El otro hecho raro en la historia de la familia de “Los Iguales”, como ya habían empezado a llamarlos en todo el pueblo, era que el gerente, o administrador general de la estancia, siempre guardaba celosamente una botella, una especie de damajuana de medio metro de diámetro, con una boca angosta y alargada, en cuyo interior se movía una nube colorida, a veces gris del color de las perlas.
La familia, que al principio estaba francamente decadente y perdía sus propiedades, de repente fue recuperándolas, enriqueciéndose hasta recobrar el antiguo poderío. Pero a pesar de haber salido de los aprietos económicos, los miembros de la familia conservaban una creciente tristeza en el andar, en el modo de hablar, en la mirada y en el aspecto general de cada mujer, cada niño o niña, y cada hombre de la prole de “Los Iguales”.
– Ocurre que cada nuevo administrador, empleado de la familia, había vendido la botella en la cuál yo habité estos 164 últimos años, cada vez a un precio más bajo, y mientras tanto cada uno había hecho sus pedidos, ganando casas, joyas, campos y dinero; o sea, todo lo que la ambición les había pedido, y yo, el diablo en persona, se lo concedí – agregó el demonio.
– Y yo me acuerdo que mi papá contaba que, mientras más ricos se volvían “Los Iguales”, y a la vez que desaparecían todas las diferencias entre los rasgos de cara, de timbre de voz y de actitudes entre los miembros de esa raza extraña y hermosa, más tristes, más ensimismados y circunspectos se veían – completó doña Tina.
El diablo del sueño de la vieja señora se desperezó con un largo bostezo, estirando cada brazo y pierna, y al final rugió, despertando todo el terror que la voz de un diablo puede generar en una persona.
Y doña Tina salió del sueño.
Esa mañana, como dijimos al principio, doña Tina se despertó pintando. Es verdad que había pasado largos años de su juventud en la Faculdade de Belas Artes, en su lejana São Paulo, de la que había emigrado cuando en sus cabellos todavía no habían vuelto grises; pero las técnicas aprendidas de dibujo a la carbonilla o al pastel, y las horas dedicadas a los pinceles suaves y livianos de las acuarelas, o los más pesados de la pintura al óleo, no habían dejado grandes marcas en su espíritu, y ella las consideraba una parte relativamente poco útil en su acervo espiritual o cultural, y hacía mucho tiempo que ya no pintaba en serio, ocupando tardes y hasta noches enteras, como lo hiciera en su juventud, sumergida en el olor de la trementina y las paletas.
Doña Tina, muy extrañamente se despertó, pintando el mismo cuadro que había soñado la noche entera, y durante el sueño -como ahora le parecía obvio que había ocurrido- ella había buscado su estuche viejo, había separado los pinceles y espátulas y abierto los tubos de diversos pomos de óleo, los había mezclado con parte de un viejo frasco de trementina y había llenado casi la mitad de un lienzo de 60 x 80 centímetros, clavado en un bastidor también antiguo y olvidado en lo más oculto del desván de su casa de Las Chacras.

victor barrionuevo

quinta-feira, 14 de julho de 2011

VASSALLU - A saga de um cavaleiro medieval, por Claudinei Vieira

18/3/2006 18:13:00
Uma fábula perversa na idade média



Por Claudinei Vieira







“Vassallu” é uma deliciosa saga das contradições e conflitos do ser humano, perdido entre suas crenças e devoções em mundos que se apresentam descoloridos e violentos. É uma fábula, pois através de um enredo simples de amores e paixões violentas, de justas entre cavaleiros, e descrições minuciosas do cotidiano em um passado já um tanto distante, não deixa por isso de conter uma profunda reflexão sobre temas que nos afetam ainda hoje e de modo tão decisivo: a luxúria, a ganância, a honra (ou falta de), a religiosidade (ou falta de), as guerras, as dores, o misticismo prosaico, o fanatismo (religioso, econômico), o fascínio pelo poder, a abnegação.
A história é simples: narra o crescimento e desenvolvimento do jovem cavaleiro Ybert de Troyes que com sua bravura e destemor ajudou os cruzados a conquistar e ocupar finalmente Jerusalém, expulsando (e matando, saqueando, estuprando) os infiéis muçulmanos. A batalha que durara vários anos e havia empolgado massas da população cristã, entre poderosos e os infelizes, camponeses, miseráveis e reis, cegos  de determinação religiosa ou ávidos pelos despojos, acabara. Algo de muito estranho, porém, havia acontecido: Ybert mata alguns cristãos!, que entre os escombros da cidade, no meio do sangue e do fogo, tinham tomado um bebê das mãos da mãe muçulmana e o esmigalhado na parede, e estavam prestes a estupra-la. Ele salva uma infiel!, desaparece durante a noite e é encontrado somente no dia seguinte, morto.
A pergunta colocada aos chefes da ocupação, dirigidos por Godefroi de Bouillon é se Ybert de Troyes fora possuído pelo demônio e, por conta disso, matara seus companheiros de luta. O inquérito é instaurado e a testemunha-chave é convocada, o médico, misto de sábio e espertalhão, conselheiro e companheiro de Ybert (e anteriormente de seu pai) que nunca é nomeado e é conhecido somente por Ruivo.
O livro é, portanto, a fala e a narração do Ruivo que conta a história pedida, mas ao seu modo. Falastrão, digressivo, especulativo, conhecedor de várias línguas e de uma mixórdia de conhecimentos esparsos acumulados em recantos os mais variados e por um mestre judeu, o Ruivo conduz a narrativa do seu modo: o que não viu pessoalmente, especula; e o que não sabe, o mais provável é que invente, embora nunca possamos distinguir entre a fábula, o incenso e a realidade. Sua lábia é aliciadora, cúmplice, muitas vezes irônica, cáustica, provocadora, cínica e dessacralizadora, quase herética, mas sem nunca alcançar o desrespeito. Simultaneamente submissa e revoltada, esperta e reacionária, sua voz comenta, induz, alfineta os poderosos, briga com o monge copista que transcreve sua fala (e tanto faz e fala que consegue comprová-lo um espião e inimigo), critica os reis, desnuda os religiosos, discute com o próprio Godefroi de Bouillon (para logo depois e de novo conclama-lo poderoso pela conquista de Jerusalém). Mais do que qualquer outro personagem do livro (entre fictícios e reais, pois que se misturam o tempo todo), o Ruivo é a personalidade e figura principal, e uma das mais instigantes e fascinantes de nossa literatura moderna.

- Não ouviste as palavras bíblicas proferidas pelo louco? O que é já foi; e o que há de ser também já foi. Não existe passado, nem futuro. Os antigos sábios gregos já o sabiam...
- Ora, Ruivo, estás a brincar com palavras!
- Não! Põe tento a isso, cavaleiro! O tempo que foi não é mais – e o que vai ser ainda não é! Então essas partes do tempo, umas passadas e outras futuras, simplesmente não existem! [...] Estou apenas repetindo Agostinho! Se o passado não é mais, e o futuro ainda não é, somente resta o presente. E se o próprio presente fosse sempre o presente, sem perder-se no passado, ou encaminhar-se para o não-ser do futuro, prorrogando-se infinitamente, constituir-se-ia na eternidade. E o que buscam os que temem a morte, senão a eternidade?
- Pela Virgem Santíssima! – disse Ybert, batendo uma palma – Deparo-me com um segundo louco em apenas uma noite! Por acaso também não és dado a fazer leituras nos astros? Se bem te entendi, não existindo o futuro, também não haverá a grande guerra anunciada pelas estrelas.
- O tempo, meu senhor, não existe por si mesmo, mas pelos acontecimentos! E, dentre estes, a guerra é a mãe e a rainha! E a única que traz as mudanças, criando os espaços pelos quais o tempo é capaz de fluir, de existir...

O tempo segue como um dos eixos pelo livro, o como se manifesta e como afeta a vida dos seres humanos e suas visões de acontecimentos futuros. Aos poucos, Ruivo vai demonstrando uma visão cínica (elaborada cuidadosamente, por certo), sem chegar ä conclusões. E, obviamente, o Diabo, suas manifestações, sua presença ou não, sua influencia e poder, ou ao contrário, sua ausência e conseqüente responsabilização dos seres humanos pelas suas próprias ações, constitui boa parte da fala e das digressões do Ruivo. E fundamental, pois que será a definição da pena sobre Ybert, mas não tão somente: é a justificativa e/ou a desculpa para todo o momento pelo qual passam, é a justificativa e a razão de tudo o que estão fazendo, do tratamento aos camponeses e às mulheres e ao senhores e seus vassalos, e a razão e/ou desculpa para o próprio movimento dos cavaleiros, das cruzadas, e da tomada de Jerusalém.
Fábula, sim, pois apesar de conter tantas informações fatuais das batalhas, da vida comum e comezinha da época, das cerimônias e dos códigos de honra dos cavaleiros (demonstrando o esforço de pesquisa do autor), o distanciamento é medido e consciente. Não estamos em face de um livro-documentário ou historiográfico, mas de uma narrativa ao estilo das histórias das Mil e Uma noites (com um feio ruivo, sem orelhas e com os olhos em constante estado de avermelhamento, em lugar de uma Sherazade...), com os mesmos propósitos moralisticos e definidores das fábulas.
E é daí que provém a tal perversidade. Pois se moral existe em “Vassallu” (não sei se perseguida pelo autor, mas está sim presente), ela no entanto é problematizada, discutida e relativizada e nada fácil de ser apreendida. O Mal ou o Bem são reais, porém indefiníveis. Subterfúgios do Demônio ou incapacidade do Ser Humano? O Ruivo tem suas respostas, mas como confiar neste narrador escorregadio e onipresente? Fábula maniqueísta, onde os opostos ficam se cruzando.
Pois maniqueista, porem nunca simplista. Proeza realizada pela escrita segura e muito firme de Sérgio Mudado que consegue manter o tom sóbrio e tranqüilo durante todas as suas páginas, ao descrever a sagração de um cavaleiro, o nascimento de um messias, ou o massacre de uma cidade inteira. Também admirável é o modo como mescla a linguagem sem nunca descambar para um formalismo antiquado ou um popularismo atualizante, e a leitura flui fácil e gostosa, com capítulos curtos e certeiros.
Sérgio Mudado é medico e teve sua atenção despertada para o tema quando soube da prática de cavaleiros medievais de carregarem consigo vasos de alabastro para que, caso morressem em combate em terras distantes, seus corpos fossem fervidos e encerrados no vaso para serem transportados até poderem ser enterrados em solo natal. Esta história o fascinou de tal modo que o incitou a pesquisar mais e sentir que poderia escrever sobre isso.
Este fascínio foi nos transmitido de modo adequado. “Vassallu” produz aquela agradável e estranha sensação de, ao mesmo tempo, querer terminar logo de ler para sabermos afinal como vai acabar, e desespero porque vai acabar. E infelizmente uma hora o livro termina.

segunda-feira, 4 de julho de 2011

Poema Inacabado

Não sei por que viagem te afastaste de mim!

Estás longe - numa cidade talvez cheia de luzes -

e eu, sentado à claridade morna desta varanda,

tento imaginar-te aqui, reconstruindo, lentamente,

embora sem nenhum esforço,

um momento em que te punhas à soleira da porta

para contemplar o céu vazio de nuvens.


Sim, lentamente posso recriar-te aos meus olhos:

as tuas mãos,

o teu sorriso,

um gesto sempre novo

ainda que jamais o tenhas realizado...

Às vezes, acho que fui eu que me embarquei,

que me perdi para outras e tantas terras.


ÍTALO MUDADO

sábado, 25 de junho de 2011

Juca Peralta vai a São Paulo


Quer dizer então, Seo Juca Peralta, que o senhor foi indicado para prêmio? Prêmio importante. Quer saber? Mereceu! Durante alguns anos fui envolvido por intensa magia, exigida para escrevê-lo. Tintim por tintim. Capítulo por capítulo. E olha que foi um bocado de tintins e dezenas de capítulos. Fico orgulhoso ao vê-lo, azul, sozinho, de pé, sem amparos, emoldurado pelos ficus e por um céu encantado, reinado por suas amadas Marias. Direi apenas isso, nada mais. Quero que relembre das palavras da deusa, quando vocês se encontravam no trem, no Noturno do Sertão e ela lhe disse: "Serás um destino... E, nesse dia, terás perpetuado o final desse sonho que tenho sonhado para ti."
E, nesse momento, um apito de trem ouvir-se-á ao longe.

quinta-feira, 23 de junho de 2011

ÍTALO MUDADO

Wednesday, June 22, 2011

Querido Lucas,


Hoje você completa 8 meses de vida. Hoje mamãe e papai completam 9 anos de casamento. Apesar destes dois motivos maravilhosos para comemoracão, mamãe hoje tem uma (ou mais) lágrimas no coracão. Hoje o seu tio-bisavô Italo Mudado faleceu. Você não o conheceu, infelizmente. Apesar de há anos não vê-lo, estava nos planos uma visita a antiga casa do Barro Preto na nossa próxima ida ao Brasil. Difícil ainda acreditar que ele nao estará lá.


Fiquei tentando lembrar a última vez que o encontrei, entretanto, não consigo. Acredito que foi em uma de suas peças teatrais, mas não tenho certeza. Minhas lembranças do Tio Italo estão, mais do que tudo, associadas à minha infância. Lembro-me de pensar se um dia seria gente grande como ele. Por que o Tio Italo para mim, era gente grande, de verdade: alto, e com uma postura sempre elegante. Falava com autoridade e leveza. Tinha um tom ético na voz. Parecia ter uma cultura infinita. Citava peças gregas e filósofos em meio a uma conversa trivial, com fluidez e gentileza. Falava corretamente e de forma bonita; dava gosto escutá-lo conversar. Era carinhoso. Tinha uma risada engraçada. Ele me chamava de Branca de Neve desde pequena.


Obrigada, Tio Italo, por ter feito parte da minha vida. Arrependo-me de não ter aproveitado mais da sorte de ter sido sua sobrinha enquanto você estava aqui. Nao vou deixar isso acontecer de novo no nosso próximo encontro.
Renata Prado
Denver

sábado, 18 de junho de 2011

Para Pintar o Retrato de um Pássaro

Primeiro pintar uma gaiola
com a porta aberta
pintar depois
algo de lindo
algo de simples
algo de belo
algo de útil
para o pássaro
depois dependurar a tela numa árvore
num jardim
num bosque
ou numa floresta
esconder-se atrás da árvore
sem nada dizer
sem se mexer...
Às vezes o pássaro chega logo
mas pode ser também que leve muitos anos
para se decidir
Não perder a esperança
esperar
esperar se preciso durante anos
a pressa ou a lentidão da chegada do pássaro
nada tendo a ver
com o sucesso do quadro
Quando o pássaro chegar
se chegar
guardar o mais profundo silêncio
esperar que o pássaro entre na gaiola
e quando já estiver dentro
fechar lentamente a porta com o pincel
depois
apagar uma a uma todas as grades
tendo o cuidado de não tocar numa única pena do pássaro
Fazer depois o desenho da árvore
escolhendo o mais belo galho
para o pássaro
pintar também a folhagem verde e a frescura do vento
a poeira do sol
e o barulho dos insetos pelo capim no calor do verão
e depois esperar que o pássaro queira cantar
Se o pássaro não cantar
mau sinal
sinal que o quadro é ruim
mas se cantar bom sinal
sinal de que pode assiná-lo
Então você arranca delicadamente
uma das penas do pássaro
e escreve seu nome num canto do quadro.
Jacques Prévert
Para Elsa Henriquez


(Poesia de Todos os Tempos, Editora Nova Fronteira, 6ª impressão)